domingo, 7 de octubre de 2012

BACK?

Son cuatro largos años. Ni se imaginan lo largo que han sido, pero por alguna razón he caído nuevamente este lugar. Me costo entrar eso sí. Varios intentos de clave, aunque debo reconocer que algunas cosas no cambian.

Sería lindo volver a tener este espacio. Después de Facebook y twitter podría volver a ser una buena alternativa de expresión.

Me quedo pensando.



miércoles, 22 de octubre de 2008

Ob_beo

No pasa mucho por estos lados. Me refiero al bló.

Aún no me decido a cerrarlo, aunque parece el paso ob_beo.

He madurado tanto, pero taannnnntttttooo.

No, mentiri.

No soy fan del FB, porsiaca.

Estoy corto de tiempo. Mucha pega.

Perdí el norte también. Al menos por estos lares.

Tengo 500 cosas que gritar al viento, pero parece que no es el lugar apropiado.

Me encanta mi pseudónimo. Es tan de estos tiempos.

Sería una pena botarlo sin una razón contundente.

Falta, sí, una contundente para mantenerlo.

Dilema.

No son 500 cosas. Son menos.

Tampoco grito.

Eso

B.

lunes, 1 de septiembre de 2008

EXAMEN

La semana pasada tuve examen. Me enajené un poco. Olvidé todo a mi alrededor y funcioné solo en terminos de aprobar. No bajé de peso unicamente porque amorticé mi mala alimentación con kilos de nicotina. No voy a cuestionar mi conducta, puesto que exámenes como el que tuve se dan solo una vez en la vida. Espero. Pero si me pasó que su importancia se diluyó en virtud de otros sucesos. No voy a dar la lata sobre las cosas simples de la vida, porque adhiero a eso de que antes muerta que sencilla, pero no puedo dejar de aportar sobre no olvidar las cosas que en verdad nos hacen sentir bien.
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Dejo en suspenso los detalles, o mejor aún, me los guardo para mi, pero no podía dejar de plantear la cuestión.

Hay ciertos momentos y personas que hay que saber saborear.

Un beso y escriban. Es bueno saber de la gente.


Eso

B.

sábado, 19 de julio de 2008

CANES

Algo tengo que los perros gustan de mi. A la fecha, hay 6 canes que me han disfrutado, superando con creces la media. El último fue ahorita nomás. De hecho voy en la cuarta de 5 antirrábicas. No son tantas como antes, que eran como 14 y en la guata, pero la verdad, aunque no duelen, tení que darte la lata de ir al consultorio (para aquellos que somos de FONASA) bien temprano y esperar entre una multitud de cabros chicos llenos de mocos y de abuelos en las últimas.
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El primer perro me mordió la oreja y no fue sexy. Era un cachorro de pastor alemán y aprovechó que estaba horizontal en un pijama party para enterrarme sus filudos colmillos y atravesar el cartílago de mi élfico radar. Obviamente, sangre y un aumento de la deformidad de mi ya ridícula paila.
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El segundo fue más salvaje y asumo culpa al respecto. Fue en el campo, cerca del lago Colico, en el sure. Muy temprano en la mañana fui a comprar pan amasado a la casa de un lugareño como todos los otros días. Esta vez, sin embargo, me recibió el perro, quién, cual Laura Ingal, corrió desde la casa a través de la pradera a recibirme. Como ladraba a más no poder supuse que no mordía. Error por donde se le mire, porque apenas me alcanzó el lazy aquiltrao me clavó los dientes, visibles a 100 metros de distancia, en un antebrazo que apenas logró cubrirme la cara. Para mi fortuna el dueño venía siguiéndolo y le dio una paliza de padre, madre y señor mio, que, a pesar del daño (sangre y pedazos de piel colgando), logró generarme algún grado de cargo de conciencia.
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El tercero fue un maldito, porque se acercó muy piola por detrás mientras yo caminaba y sin siquiera chistar me apretó con los dientes los gemelos y salió arrancando. Una cagá chica oportunista. Pantalón roto fue el resultado. El quinto fue parecido, pero me ladró antes. Claro que como era enano, no le dí importancia y seguí no más. Era verano y como andaba en shorts, saco sangre, el muy... también salió cascando, y me imagino con una sonrisa en el hocico.
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El cuarto fue en la playa y este si me hace sospechar que algo tengo que le gusta a los perros. Era un pastor alemán finísimo, de esos que uno supone medianamente educados. Esperaba a su dueña a la salida de la panadería, muy sosegadamente. Habían pasado varias personas antes que yo, así que supuse que el este no me iba a hacer nada y simplemente me crucé por delante para poder entrar en la panadería. Por supuesto, bastó que le diera la espalda para que se levantara y me diera un mordisco en el culo como nunca nadie me lo había dado. Suena gracioso, pero me generó un hematoma que no me permitió sentarme tranquilo por el resto de mis vacaciones.
El de ahora fue un maricón. Andaba jevi apurado en la mañana y me cagó todo el día. Estaba con otros dos perros que acompañaban a una viejita y yo ya había cachado que le ladraban a cuanto gueón se les cruzaba, pero no pesqué. Además, venía una mina delante mio y dejaría que ella fuera su objetivo principal y yo, a sus espaldas, pasaría piola. Uno de los perros era de esos con cara arrugada que son como finos o típico de cola vieja; el segundo, blanco, chico, bien quiltro, con una especie de peto en el pecho; y el tercero, uno de esos que aparece en la ley de la selva y son de temer, también quiltro, pero parecido a un boxer o rotwailer o al demonio de Tasmania. Por supuesto, no pescaron a la mina y la cargaron conmigo. Así, durante una cuadra entera, los dos últimos, me hicieron compañía vociferando a un centímetro de mis extremidades. Al principio, me hice el duro y no les dí boleto (nada peor que una loca asustada huyendo por su vida), pero ante su insistencia, no me quedó otra que agarrarlos a chuchá limpia e infructuosa. Como los tontos parecían no entender y la cosa seguir, y en virtud de que ningún alma generosa me socorría, pensé en agarrar a patadas al que parecía más peligroso y que me ladraba por la derecha, pero de inmediato se me apareció en la cabeza esta cosa de P.E.T.A, como un letrero de neón titilante, y me achunché. Por otro lado, pensé en que si se veía atacado, iba a arremeter con más fuerza, directo a mi cuello y de un solo mordisco me destrozaría la carótida, el esternocleidomastoideo y ese trapecio que tantas horas de natación han logrado fortalecer. Me imaginé botado en la vereda, sobre un incesante torrente de sangre, abandonado a mi suerte y dando mi último suspiro de dolor, mientras cientos de cochinas palomas aprovechaban mi desgracia para darse un nutritivo desayuno como nunca antes se lo habían dado en una fría mañana de julio. Así y todo, estaba ya decidido a arremeter contra el perro de la derecha, cuando por detrás, y sin mediar aviso, la cagá chica blanca que me venía gueviando por la izquierda, agarra papa y clava sus colmillos por el lado de mi cuádriceps y se da a la fuga, llevándose consigo a su bravo amigo, un pedazo de mi pantalón nuevo y gran parte de mi dignidad.
La vieja, por supuesto, se desentendió, la gente, obviamente, no pescó y yo me quedé ahí parado, como pidiendo una explicación, con la media cara de pico, mi pantalón roto, el calzoncillo largo al aire y dos huecos insignificantes en mi pierna que me hicieron perder parte de mi garbo y prácticamente todo el día (después del consultorio me quedé en panne de baterías y la asistencia del seguro se demoró un siglo).
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Así no más con los canes. Bien pienso ahora que deberíamos ser como los chinos y de cuando en vez aprovechar que andan por ahí sueltos y que, aparentemente, no son de nadie, para meterlos en la olla y darse un buen banquete. No deben ser tan malos.
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Eso
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B.

miércoles, 25 de junio de 2008

Despertar

Hace un frío horroroso. Me cuesta levantarme temprano. Siempre me ha costado, independiente de la temperatura, seamos justos, pero en invierno es más notorio el asunto. Pese a que bajo la ducha caliente la sensación de invalidez se disipa, esas horas de previa indecisión suelen ser agotadoras. Me descompensa el hecho de que toda esa energía acumulada durante el sueño para mantener mi cuerpo y su mal regulada temperatura en un nivel de grato confort, se haga cero (literalmente) con solo un abrir y cerrar de sábanas. Mi palacio no cuenta con un sistema inteligente de calefacción que se encienda automáticamente minutos antes de que abra los ojos, ni mi lecho con una de esas frazadas o cubrecolchón que electricidad mediante (horror) acalore mi despertar. Este hecho, sin embargo, temo, haría más dramático el transe. El invierno se convierte, así, en un pequeño infierno. ¡Qué burro el que lo soñó envuelto en llamas! Mucho más sensato y cercano a la realidad sería un interminable piso de cemento bien pulido o de un fléxit enceradísimo reflejando tenuemente la luz blanca de un inagotable amanecer a cero grado. Imagínense ahí, parados, solos, en cueros. Imaginen el dolor agudo del frío que sienten en sus pies desnudos extendiéndose al resto de la piel una vez que la fatiga, el hambre y el sueño, han abatido sus humanidades. Imagínense a Tunick tomándoles una foto. JAJAJAJAAJa. Hay que ser huevón para haber ido. Es que el trámite de levantarse es como pasar del amarillo permanente naranjo al azul ultramar light o como sacarse los guantes para lavar vasos con agua helada. Vasos profundos, de esos en que para llegar al fondo tus manos se apachurran contra el vidrio congelado, golpeando una y otra vez tus desvalidos nudillos.

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Adoro a rabiar estar metido entre mis sábanas y debajo de mis frazadas, plumón y cubrecamas y más frazadas. Ese es mi lugar. El lugar seguro que uno imagina en terapia. No me importa el olor a poto, ala, peo, sexo y otras cochinadas que amanece junto a uno. Es en esencia el mejor espacio para compartir, jugar y hablar. ¿Como no va ser un trauma dejarlo enfriarse solito? Hay una simbiosis ahí. No cabe duda: el hombre es hombre desde que inventó la cama, las sábanas, las frazadas, el plumón (sobretodo el plumón), el cubrecama y las demás frazadas.

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Eso

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B.

domingo, 11 de mayo de 2008

Actualización

Uno debería ser más sistemático para escribir en este formato. Pero me da lata una parte del tiempo y la otra estoy muy ocupado. Otra parte del tiempo tengo ganas y estoy desocupado, pero no se me ocurre que escribir. Soy pura inspiración. Cero trabajo. No soy Picasso, claramente.

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Estoy super bien. Les dejo mi primera pose, porque no se me ocurre nada más.

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Eso

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B.

PD: Si uno cree en la profecia (la peli), debería morir con una bala en la cabeza.
PD2: Que miedo la maldición del bló.



miércoles, 30 de abril de 2008

Obsesiones actuales

Tres asuntos se agitan en mi cabeza por estos días.
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La vejez.
Estoy más viejo y me le nota. No hay caso. Aunque tenga alma de niño, igual nomas cada día que pasa me parezco más al pascuero (por no nombrar a Munrra). El otro día me encontré con una colega que le dió por tratarme de usted. No una cabrita con jumper pidiéndote la hora, no una novata con olor a vinagre pidiendo plata para que le devuelvan sus zapatos, sino que una C_O_L_E_G_A. Más joven, claro, pero salida de la universidad hace un rato y trabajando en lo mismo que yo. La muy perla me consideraba un señor. Juro que estuve a punto de cachetearla por falta de respeto, pero que ridículo me vería diciéndole que me tuteara. Sería como ratificar mi vejez o peor aun, sonaría como a solterona exigiendo el ita.
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Aunque no quiera me da un poco de terror el asunto. Una vez me encontré con un compañero del colegio que no veía hace como mil años, y mientras conversábamos y me lateaba con su vida, yo empece a encontrar que se parecía a alguien. Era raro, porque ya no era la misma cara del colegio, sino que tenía un dejo distinto, como una caída diferente. Por más que lo miré, no pude cachar en ese momento a quién me recordaba. Finalmente, me despedí sin captar mucho de lo que me había hablado, y solo como a la semana después, me cayó la teja del mismo modo que surgen las inspiraciones de origen divino y comprendí que me había acordado de su papá. El ahora se veía como se veía su viejo cuando estábamos en el colegio. Jevi. Y me aterré, porque los mismos años podrían haber hecho lo mismo conmigo, y me imagine gordo, canoso, con doble pera y arrugado, y tuve que partir a verme a un espejo, porque se me aceleró el corazón, porque creí que me veía viejísimo, y casi tuve una crisis de pánico, y si no fuera por que había un baño cerca, me hubiera dado una crisis de pánico. Al final, no me parecía tanto, seguía con mi misma cara de todos los días. Logré engañarme de nuevo con que me veía joven. Hasta claro, me dice UD una colega.
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(Esto último puede que ya lo haya contado. Si me repito, asúmanlo como un signo más de mi vejez)
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El poto.
En realidad, mi poto. O más bien mi poco poto. O su inexistencia. El punto es ¿Cuan distinta puede llegar a ser la vida por tener un poto rico? Qué ganas de haberlo sabido, en cambio, tuve que enfrentar el mundo desde la escasez, mirando y envidiando (y deseando) esos potos gorditos, paraditos que sobresalen lo justo en tu perfil, que sujetan estratégicamente el traje de baño, que le dan confort a tus huesitos cuando te sientas, que pueden ser apretados, besados y mordidos hasta el cansancio, y que al mirarlos te levantan la líbido y dominan tu mirada.
Según D. estoy bien, pero el es amoroso. Y yo carezco de poto.
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La plata.
Este debe ser un factor agitador de cabeza común para el 90% de la población, sino el 100%. Nunca me había pasado que fuera tan pobre. Ahora tengo deudas. Nunca las había tenido antes. Ahora compro todo en cuotas y no pago la tarjeta de una, sino que solo lo que me obligan mensualmente. Me sobregiré y me dio como cargo de conciencia. Lo peor, y vean cuan grave es la situación, es que solo he gastado en la canasta básica, osea, techo, luz, agua y alimentación. Bueno, me fui a Mendoza y me compré un kilo de ropa, y me comí y tomé todo, pero antes eso lo hacía igual y nunca me endeudaba. Ahora, tengo que contar los cigarros que fumo y los tragos que tomo. Mal. Lo peor es que probablemente esta situación dure un par de meses más, así que tendré que aprender a ser buen pobre y aguantarme no más las ganas que me bajan de hacerle un lifting a mi cara o regalarle unos implantes a mis nalgas.
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Qué angustia ¿no?
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Eso
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B.
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PD: Probablemente hay otros temas más importantes y urgentes, como la escasez de alimentos, lo que dijo el TC sobre la PDD, lo que está pasando en salud con la infraestructura hospitalaria, el asunto del cobre, etc. Probablemente. Pero si escribo algo de ellos ni fruta me mandan.