viernes, 25 de enero de 2008

Lo que va del 2008



Ji ji ji ji ji ji ji.

Esto es lo más literal que puedo ser.

Asi ha sido hasta ahora mi 2008.

Amigo nuevo que adoro.

Amiga antigua que es la mejor.

Cierre de circulo.

Reencuentro.

Sobre todo reencuentro.

Ji ji ji ji ji ji ji ji

Eso

B.

miércoles, 16 de enero de 2008

Sin titulo

Me desperté en la mitad de la noche. Mi hermano estaba asomado a la ventana, con la mitad de su cuerpo hacia afuera y con los brazos cruzados tomándose ambos hombros con las manos. Vestía una polera blanca y tenía el pelo mojado. Me acerqué rápido a donde se encontraba, lo tome como pude y lo jalé hacia el interior de la pieza. Estaba como autista y tiritaba. Me pareció más pequeño de lo habitual. Fácilmente se dejó llevar y cayó sobre su cama como en trance. Algo raro estaba pasando, era obvio. Le pregunté, pero no dijo nada, solo tiritaba. Le volví a preguntar y solo llevó sus manos a la cara y los puños a la boca como si quisiera tragárselos. Prácticamente saltaba sobre la cama, así que me tiré sobre él e intenté cubrirlo con mi cuerpo. Efectivamente, estaba más pequeño. Algo dijo, pero solo escuché balbuceos que se filtraban entre sus dedos. Le volví a preguntar pero más fuerte, ahora sonaba a orden. Me violaron fue lo que alcancé a oír y mi estomago dio un solo y rotundo golpe que llegó hasta donde comienza mi garganta. Me estremecí y temblé también. ¿Pero como? ¿Cuándo? ¿Quién? Sentí que le decía, mientras pensaba que en realidad ya lo sabía. Ahí fue cuando desperté de verdad. El corazón literalmente me rebotada al interior del tórax. Había sido un puto sueño, una desubicada pesadilla que me había pillado en una noche en que temía pasar insomne. Todo tan bien en la vida no podía dejar de tener su contraparte en sueños. Mil años que no me pasaba.
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Raconto. El comienzo de esta linda experiencia onírica fue en una especie de parque, que daba la idea de un valle del Cajón del Maipo. Mi casa formaba parte de un conjunto habitacional solitario que se encontraba inmerso en este lugar; mucho verde y pasto como silvestre. Casas de dos pisos pareadas por ambos lados. Los vecinos de la derecha eran unos argentinos espantosos que desde el inicio del sueño se dedicaban a tirar basura al camino y a las casas que tenían a los costados. Botaron una máscara como de muñeco de supermercado, onda Barnie, hacia la calle y para mi lado una especie de gorro chino hipergigante adornado con guirnaldas de colores. Cuando les reclamé, apareció el jefe de familia, muy borracho, con una botella de vino de esas de litro en la mano a medio tomar. Curiosamente, la reja que nos separaba tenía una puerta que comunicaba ambos jardines. Desde ya les digo, una pésima idea de parte de los arquitectos. Entró a increparme sin mucho argumento, diciendo que hacía lo que quería y que además su hija era limítrofe de la cabeza y que, por lo tanto, el estaba en su derecho de hacer lo que le parara el orto (literal). Todo esto con una agresividad de la puta madre, que se incrementó cuando entró su esposa, dando tumbos contra la reja y zigzagueando de lo lindo mientras se acercaba. De patio. Vestida con una pollera de una pieza como setentera, bien floreada, con el pelo hecho una maraña y del cual le colgaba una zapatilla converse verde, muy similar a unas que yo tengo. La oniricidad permite cualquier cosa. Entre ellos chuchadas iban y venían, hasta que él definitivamente decide mejor callarla a punta de puñetes y patadas. Ella desaparece y él se viene contra mi. Lo encaró con algo, porque soy así de valiente cuando sueño, llamó a los pacos y desaparece amenazando. Abrazado a mi hermano esa misma noche, supe que sus amenazas se habían cumplido y que aprovechando algún momento del día en que quedó solo y desprotegido, porque en el sueño mi hermano era como puber, fue y se lo violó. Tuve la certeza absoluta de que eso era lo que había pasado, aunque el hecho en si fue editado.
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Fue tanto el frío que sentí cuando desperté que tuve que cerrar la ventana y volver a taparme con el cubrecamas que en algún minuto debo haber lanzado lejos producto del calor. Ya con la seguridad de que nada de esto había pasado ni ahora ni nunca, porque a veces uno se queda como medio dormido y medio despierto y sigue actuando en la realidad bajo los influjos de la experiencia onírica, me percaté que estaba solo y me dio un terror como pocas veces había sentido antes. Me vislumbré vulnerable, delincuencialmente hablando. La puerta no tenía puesto el seguro y cualquier persona podía llegar y abrirla usando una tarjeta de crédito o cualquier otro artefacto hecho específicamente con ese objetivo. Entré en pánico. Pensaba que de más debía haber alguien que quisiera hacerme daño. Me imaginé encañonado y obligado a hacer lo que fuera por conservar la vida, o pateado en el suelo hasta la muerte, o tajeado en la cara como en una película sobre una modelo que una vez vi, o como el tipo de “Mejor Imposible”, que después ni el perro le tenía estima de lo averiado y traumatizado que quedó. Podía ser cualquier estúpido que quisiera robarme mi computador, o un grupo de sucios nazis que me investigaron y me siguieron hasta dar con el momento ideal, o el viejo barbudo que pide monedas en la esquina y que me mira de reojo, o el tipo al que no le di mi celular una noche porque lo encontré feo... Santiago estaba lleno de gente que quería hacerme daño, y yo ahí, solo, con la puerta sin seguro, en un mundo en el cual si uno no grita fuego, te pueden pasar un tractor por encima en la mitad de la noche y nadie ver ni oír nada. Pá_ni_co.
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Los ruidos se hipertrofiaron. La cama del vecino que cruje, los perros que ladran, los autos que pasan, alguien que entra desde la calle al “condominio”. Luego, pasos en la escalera del pasillo y la puerta del depto abriéndose no sin dificultad. Finalmente, una tos familiar y el sonido del computador de mi compañero de vivienda que se encendía. Ahí respiré y me quedé inmediatamente dormido. Parece que fue mucha la adrenalina liberada entre el sueño y sus consecuencias. Además, ya no estaba solo. Jevi. Satánico más bien.
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Necesito que que alguien me cuide, es la única conclusión a la que he llegado.
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Eso
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B.

Aclaración: por siaca, mi hermano está regio, estupendo. Un poco gordo, pero bien. El sueño no tiene ni un apice de realidad. Verificado cien porciento.

miércoles, 9 de enero de 2008

Cosas no más que me le ocurren

Cuando era chico fui una vez con mis papás a veranear a Morrillos. Para el que no lo conoce, es una playa cerca de la Serena, un poquito más al sur. Fue hace mucho tiempo, probablemente el último verano antes de que se separaran. O el penúltimo a lo mejor. Los recuerdos de cuando uno es chico se mezclan y pierden temporalidad, solo tengo claro que eramos familia completa ese verano. Pero bueno, no es el tema tampoco, aunque sepan que hay cosas que a pesar de que suenen peor, son mejor. En fin, el punto es que ese verano salimos a Morrillos y lo hicimos en grupo. Nosotros en cabaña y unos amigos de mis papás en carpa. Ven, aquí hay un ejemplo de lo que les decía, porque las cabañas eran mínimas, feas, sin luz, y muchísimo más fomes y menos lúdicas para la mente de un crío, que todo un mundo de nylon y fierros. La otra familia habitaba un mega complejo, con pasadizos, habitaciones, cocina y más habitaciones sobre la arena, a un paso del mar, a un paso de dunas gigantescas, muchísimo más lejos de Santiago y su aburrida cotidianidad, de lo que puede estar una cabaña de madera con solo dos piezas y una cocina. En realidad era un pibe. Recuerdo que ese verano supe del cincopatas de Viña, y me lo imaginaba corriendo detrás de sus víctimas y a ellas, muy ilusas, intentando escapar sin saber que cinco piernas corren más rápido que solo dos. Pobres, pensaba. Pero tampoco es tema. Debimos haber estado dos semanas completas, aunque pueden haber sido tres, la verdad, no sé como era el régimen de vacaciones para esa época, pero el congrio frito con ensalada de tomates, de casi todos los días, se me hizo un poco eterno. La familia en cuestión tenía hijos también. Dos gemelas más grandes que yo, e incluso que mi hermana, ya un año mayor, un hijo y una hija, que bien pudo haber sido una prima, o al revés. El cabro era de la misma edad que mi hermana, o sea, casi dos años mayor que yo y la niña, debe haber tenido mi edad o un poco menos. En esa época un año parecía un mundo. Estar en tercero o cuarto básico, no era lo mismo que haber pasado el quinto o sexto, así que yo con mi hermano chico me juntaba con la hija o prima, y mi hermana con las gemelas y el hijo o primo. Yo era tímido además, lo que incrementaba las diferencias y dividía aun más los grupos. Hasta el día de hoy me he juntado con gente de menor edad que yo, lo cual bien podría ser un déficit del desarrollo del cual nadie se dio cuenta, pero no es tema tampoco y no nos vamos a explayar sobre eso. El cuento es, para no aburrir, que durante 14 de los 15 días se formaron dos grupos claros y cada cual hacía en la playa y alrededores, sus actividades conforme su naturaleza o su edad disponía y, la verdad, no hubo mayores problemas. Pasó si, que el penúltimo día, las mujeres del grupo salieron a hacer quien sabe qué y nos quedamos el hijo o primo y yo con todo un día por delante. Los papás dormían siesta y las mamás, se fueron con las niñas. Ja, este momento da para pensar obscenidades, pero sepan que nunca jamás, a riesgo que me caiga escupo en la cara, contaría cosas así. La custión es muchísimo más simple y compleja, o al menos así quiero creerlo. ¿Nunca tuvieron un momento en su infancia en que conocieron a alguien, un niño igual que ustedes, a lo mejor algo mayor, a lo mejor algo menor, que de puro pasarlo bien, generaron un lazo, que al menos para uno, fuera enormemente significativo? Pues así fue para mi. No puedo retener los momentos precisos, ni explayarme demasiado en memorias que no aparecen en mi mente, ni explicarme que fue lo que pasó o por qué al día siguiente sucedió lo que sucedió; la memoria de un niño chico, o solo la mía tal vez, no logra configurar las razones del por qué ni, penosamente, del cómo. Solo me queda la sensación de haber pasado ese día anormal más increíblemente que todos los otros días de los que llevábamos de verano, de haber rodado infinitas veces por las gigantescas dunas, de haberme reído como nunca antes en mis cortos años, de haber tenido al mejor amigo por un día de mi historia, de haber idolatrado su imagen (para mi) de adolescente con pelo a lo príncipe valiente, de haberme negado a ir a despedirme al día siguiente cuando se iban por más insistentes que mis padres pudieron haber sido, de haber llorado a escondidas con un chupetín rectangular de gelatina de chocolate y café que nunca más en mi vida volví a encontrar, y de no haber podido borrar esa imagen patética de mi personita en pantalones cortos, sentado en una vereda, chupetín en mano, negándome a todo lo que me proponían, con la conciencia tan clara de que había conocido a alguien tan querible y, desde ese momento, tan entrañable, como nunca antes me había pasado. Solo recuerdo que no podía sacarme de la cabeza que tuve la oportunidad de pasar 15 días con él y que solo el penúltimo me di cuenta de lo extrañamente atractivo que me parecía. Ahí, se vuelve todo penumbras otra vez. A lo mejor al día siguiente nos fuimos nosotros también, o pasamos más días, o nos pasaron a dejar a la casa de la playa de mis abuelos para completar el verano, mientras mis padre se iban solos, a lo mejor por última vez, a trabajar de lunes a viernes y a visitarnos solo los fines de semana de lo que restaba de vacaciones. No sé ni me interesa recordarlo. La sensación anterior es la que vale en todo este cuento.
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Este fin de semana me fui a la playa, a la casa de mi mamá. Ella estaba con mis sobrinos, y mi hermana, mi cuñado y yo llegamos el viernes en la noche, tal y como lo hacían en esos años mis papás. Nada especial. La última noche se fueron todos a acostar relativamente temprano, y yo, que no me duermo jamás antes de las doce, salí a la terraza a fumar y tomar cerveza. También llevaba mi lectura de verano (Lolita de Nabocov), que no alcance a abrir, cuando llegó mi madre. Sin mucho preámbulo me hizo preguntas sobre mi condición. Ni ella ni yo sabemos bien como llamarla cuando conversamos. Estaba un poco angustiada sobre si con esta custión se nacía o si había algo que ella o ellos, padre y madre, hubieran hecho para que se desarrollara. Era una tarea que le había mandado a averiguar su psiquiatra. Conversamos harto. A lo menos dos cervezas y varios puchos sobre el tema. Entre todo, le dije que tenía la convicción, más no la certeza, que esto venía desde el útero y que no recordaba ningún trauma atroz que pudiera haber sido causa. Pasando en alto el tema de la separación, mi vida había sido bastante feliz y placentera. Creo que quedó tranquila. Al menos yo lo estaba. La soledad en que me dejó cuando se fue la sentí mil veces más amiga de lo que hasta varios años atrás pudiese haber sido. No pude comentarle esto que cuento ahora, porque no lo recordé en su momento, pero sumado a otras cosas, de las cuales solo pocas mencioné, pareciera ser que esa certeza tan poco plausible toma cada vez más forma. Aunque la verdad de las cosas, mientras más lo pienso, es de las cosas que menos creo que importa.
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Eso
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B.
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PD: me corté el pelo. Me quedó atroz la parte de atrás, pero como este es un 2008 positivo, en que lo he pasado tan rebien, que a lo hecho teta y feliz.

miércoles, 2 de enero de 2008

Tres memorias

Tuve alguna vez un profesor que nos decía que la inmensidad no tiene escala humana y que invariablemente las culturas han tendido a acotarla a espacios que sean alcanzables por nuestra terrenalidad. Ponía como ejemplo un gran ventanal frente al mar que abarcara todo el horizonte, con vista irrestricta a esa línea curva que el ojo no es capaz de ver, pero la mente si de imaginar. “Sería insufrible” decía, “de vivir ahí, perderíamos la razón”. Por eso se instalaban columnas, se cuadriculaban ventanas, se plantaban arboles; solo con el fin de controlar la magnitud de lo inmensurable y, así, evitar que nuestro sistema sensor se mareé y estalle. No sé porque me hizo sentido ahora y no antes. 2007 y 2008, no son sino la continuidad del tiempo acotado en razón del cumplimiento de un ciclo previsible. Sabemos que lo que sigue ahora es el verano y después el invierno y luego nuevamente el verano y otro año más. Puedo decir, sin pensar en lo poco lógico que resulta, que el año pasado fue pésimo y que el que viene va a ser maravilloso, mientras el 2009 queda cubierto por un manto de innecesidad que se irá velando con el transcurso de los meses. El corto plazo nos mantiene en tierra. Lo que me resta de vida se transforma solo en un sueño, y nos podemos dar el gusto de hacer lo que se nos ocurra con el hasta que se corra el último manto y encaremos, finalmente, nuestra finitud. Me gusta tener esa conciencia.

Todos los años en mi colegio, el tercero medio le regala un fondo de escenario al cuarto para su graduación. Generalmente son cuadros de algún artista conocido pintados al látex, tamaño extra large. De Dalí, de De Chirico y de Magritte me acuerdo haber visto. Para cuando yo salí del colegio nos pintaron el Icaro de Matisse. La típica imagen en fondo azul de un cuerpo negro con corazón rojo cayendo desde un estrellado cielo. Es demasiado clásico. La típica postal de todo museo de bellas artes del mundo que se digne de tal. A mi me gusta, aunque es cuestionable que sea la imagen que te acompañe en lo que se supone es tu partida al mundo adulto. Primero, porque Icaro era más bien un niño que al parecer nunca dejó de jugar, y segundo porque el mito habla de los resultados del olvidar nuestra condición humana e intentar de ir más allá. Me suena un poco a advertencia: mantente entre el cielo y el mar, aunque el calor del sol te incite a elevarte; y me suena mucho a profecía: son la peor generación en años, este será seguro su destino. Si es lo primero, que triste vivir en el terror de mantenerse en línea, a la altura justa entre el mar y el calor del sol, entre que se mojen tus plumas y se te derritan tus alas. Si es lo segundo, refresca un poco saber que al menos conoceremos la gracia del sol. No sé, raro.
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“Todos algún día, impajaritablemente y hagan lo que hagan, se encuentran con un ángel. La mayoría no se da cuenta. Sus alas no siempre son visibles, pero las tienen. Yo pude verlas en el contraluz del amanecer, justo al ocaso de su visita. Aunque pudo ser el efecto del sueño, quiero pensar que desplegó sus plumas al momento de partir como una confirmación del milagro que dejó en mí. En cualquier momento te visita el tuyo. Solo espera”. Me dijo una amiga hace mil años, cuando recién estaba entrando en mis años lesos. Era una historia bien bonita, y bien normal. El detalle estaba en ella y su sensibilidad. Creo que hablaba en metáforas, que una persona se transformó en un angel para ella en virtud del regalo que obtuvo, aun cuando el asunto del alismo deja una sensación de realismo, bien mágico hay que decir, pero realismo al fin. Me acordé a propósito de una película que vi. ¿Me habré topado con el mio? Tengo la impresión de que sí. Quiero creer que si. Hay algo con el cariño que depositan en ti, que te modifica y te eleva. The angel´s touch.
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Parece que a veces el exceso de alcohol remueve tus neuronas y deja libres ciertas memorias. Me encantan las mías. Me hacen partir mi acotado año con ganas y un poquito más cerca del sol. ¡Qué lindo que ando hoy!


Gracias por leer y compartir. Los quise.

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Eso

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B.
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PD: No me estoy despidiendo de los blós. Lo de "los quise" es un modismo antiwi, que se me quedó pegado. Aclaro porque ya me hicieron la pregunta y me da una lata espantosa andar repitiendo las cosas. Hace demasiado calor para hacerlo.