martes, 12 de febrero de 2008

Placer






Recuerdo perfecto la sensación física de cada Coca Cola importante de mi vida. Es una de esas cosas que gustan siempre, pero que de vez en cuando me producen verdadero placer.


Con el café me pasa similar, aunque no recuerdo los momentos precisos en que me ha sucedido, hay ocasiones en que la conciencia del final de la experiencia gustativa me produce desazón. Es más sutil que la bebida cola, más sublime podríamos decir. Bien podría tomarme otro y de hecho lo hago, pero no siempre es lo mismo. Es como cuando te gusta alguien. En realidad, la sensación se parece más a cuando encuentras atractiva a otra persona. No guapa, no buenamoza, no linda. Digo cuando algo de ese ser que se atravesó por tu campo sensorial te produce tal placer que no puedes despegar los ojos de él o no quieres que llegue el minuto de ponerlo fuera de tu alcance. No sé si ese sea el adjetivo preciso, ando corto de palabras en este momento. Tampoco tiene que ver, necesariamente, con una cosa sexual. Me ha pasado con hombres y mujeres, aunque sé perfecto hacia donde se inclina la balanza. El punto es, existe gente a la que, si pudieras, le robarías un pedazo y la mantendrías siempre contigo como una forma de eternizar o volver a reproducir el alboroto que generó en tu órgano sensorial. Lamentablemente, tengo la sensación de que si se pudiera, no sería lo mismo. Igual que el café. Puede ser que el contexto participe también. Si es así, conviene siempre disfrutar de ese último trago tanto como del último minuto.
b
Dicen que el café es un símil simbólico del sexo. Tu opinión sobre este, es tu opinión sobre eso. Como te guste el primero, te gusta el segundo. No es mi palabra, es la de los psicólogos, aunque reconozco que algo de sentido me hace.
b
Eso
b
B.

sábado, 2 de febrero de 2008

who is the bitch?

- Hola, te puedo hacer una pregunta.
- Si, obvio – respondo con amabilidad innata.
- ¿Ustedes son amigos?
- Si, claro.
- Ya, pero ¿son buenos amigos?
- Si, somos buenos amigos.
- Disculpa lo destemplada, pero ¿son de esos muy muy buenos amigos?
b
Ahí recién levanté mi ceja derecha y comprendí hacia donde se dirigía todo este interrogatorio. El lugar era un bar con un exquisito crudo, un mejorable pisco sour y unas incomodísimas sillas ubicado en el Barrio Lastarria. Habíamos pasado con D. a tomar y comer algo a modo de bajativo luego de una estupenda, aunque ligeramente muy intelectual obra de teatro que daban en el Goethe. Las preguntas empezaron cuando ya nos habíamos zampado el crudo y comenzaba yo a disfrutar de la mitad inferior de mi segundo sour. Aprovechando una visita al baño de mi contertulio, la vecina de la mesa de atrás de mi se levantó y se acercó hasta donde me encontraba y arremetió de la forma antes descrita.
b
- A ver, ¿Qué es lo que quieres saber?- le contra pregunto intentando tomar el toro por las astas y manejar la situación.
- Mira, lo que pasa es que estoy en la mesa de atrás y los he estado mirando, y quería saber siii... bueno, si ustedes... sé que que es una patudez... si en el fondo ustedes son pareja... o sea, si son gays.- me contesta arrastrando etílicamente la mayor parte de las silabas.- Solo eso.
- ¡Solo eso!- le respondo asintiendo como si las cosas fueran tan simples como ella las plantea.
- Si, solo eso.
- ya, pero no te voy a contestar algo así- Agrego mientras esbozo la mejor de mis sonrisas.
- ¿Por qué? - grita como buena mina borracha.
- Porque lo que yo haga no me parece que sea de tu interés.
- Pero te estoy preguntando por algo.
- Si, pero no es tema para ti.
- Mira, no tengo ningún problema con que sean Gays. Solo quiero saberlo.
- ¿Y por qué tendría que contarte algo así? ¿en que te cambia la vida?
- Es que encontré guapo a tu amigo – Me responde picarona- y si no son pareja, entonces... tu sabes. Ya poh, ¿son o no son?
- ¡Qué golozo de tu parte!, pero ya te di mi respuesta. – le digo en un tono que a esas alturas evidenciaba una mezcla de risa, pica y tosudez. En realidad podría haberle contestado, no tengo mayor atado con eso y tampoco suelo ser con mis parejas todo lo discreto que a lo mejor debiera, pero para ser franco, me había empezado a caer gorda su tan equivocada actitud de formamos parte de un mismo carrete y, por lo tanto, tengo derecho a preguntarte hasta por el color de tus heces. Así que para dejar lo más claro posible su errado enfoque, le sentencio.- Básicamente, solo eres la vecina de la mesa de atrás, osea, cualquier persona, nobody, no voy a decirte a tí, quien o quienes son mis parejas.
- Que pesado!!!!
- Si, mucho.- le respondo tratando de dar lo más posible en el tono Almodovar, mientras, por el otro lado de la mesa, se reintegraba D. con sus problemas ya resueltos y cara de claramente me he estado perdiendo de algo. En virtud de eso, decido integrarlo a la conversación.- Preguntale a él, a lo mejor te ayuda más que yo.
- Hola.- Saluda la mina acercando una silla y su copa de vino blanco, al mismo tiempo que con un gesto tipo no me gueveen hace callar a los otros tres que la acompañaban en la mesa de atrás. Se sienta al lado de D. y con su cara muy apoyada en la mano y una notoria inclinación del cuerpo hacia el objeto de sus deseos comienza a narrarle.- Estaba celebrando mi cumpleaños en la mesa de atrás, y me quedé pegada mirandolos...
- ¿Mirándolos?- interrumpo.
- Si, mirándolos y me llamaron la atención y quise saber si eran pareja. Yo no tengo problema con los Gay, pero creo que tienen que asumirse. Entonces le pregunté a tu amigo y no me ha querido responder. Es bien pesadito el, pero a ti se te ve más amigable. ¿Qué me dices?
b
D. Obviamente se cago de la risa y la quedó mirando con cara de por favor dame más datos que esto está graciosisimo. Le preguntó el nombre, cosa que a mi se me había pasado groseramente por alto, le dijo los nuestros y, luego, la molestó un rato con mis mismos argumentos negándose, también, a darle una respuesta. Ella, ya con bastante menos vino en su copa y fumándose mis cigarros, le deja bien en claro que lo había encontrado minisimo y que eso explicaba en parte la insistencia que había mostrado. No escatimó en recursos tampoco para hacerme entender que la cosa era con D. y que producto de mi amaneramiento, si bien era bonito, le era tan atractivo como Lemebel. Acto seguido empezó con una historia sobre su cumpleaños y una mega fiesta y un pololo en el auto con otra y amigos como el hoyo y todo un drama que resultó tan aburrido como su aspecto, porque si yo era el escritor aquel, ella tenía tanta gracia como la Señorita Astrid de Hermosilla y Quintanilla. Entonces arremetió de nuevo. Que no tenía nada en contra de los gays, que tenía amigos así, pero que tenían que asumirse, que no se podía esperar que la gente los quisiera si no se asumían y todo un discurso pobre sobre la “enfermedad” que del lugar común no salía y que tenía tanta consistencia y realidad como Ariel de la teleserie Machos. Finalmente, en vista que era su cumpleaños empezó a exigir que le contáramos si eramos o no pareja.
b
- ¿Qué crees tu? - Le pregunta D., derechamente coqueteándole. - Te apuesto que tienes dotes de pitoniza o de bruja.
- Ya poh, cuentame.
- No, en serio. Tienes un luc como de adivina. Un aura, una cosa especial...
- A Yolanda Sultana.- Interrumpo, ganándome una de esas miradas hechas para matar.
- Ya, ok. ¿Que pasaría si fueramos Gay?.- Le pregunta D. con el objetivo de ir lentamente buscando un final a esta conversación.
- Sería total. Les desearía lo mejor. Lo encuentro súper lindo que salgan juntos con los dos y se muestren. Yo los apoyo, pero tienen que aceptarse ustedes primero. Así el mundo los va a aceptar después. Pero primero ustedes. Luego el resto. Ustedes primero
- ¿y qué pasaría si no fueramos Gay? - le pregunto yo.
- Te cago y me como a tu amigo, obvio.- Me responde casi de inmediato enfatizando la segunda palabra y haciéndonos cagar de la risa. Obviamente, aunque no fuera gay, igual iba a seguir siendo Lemebel para ella, y me lo dejo muy claro cuando dado los puchos que le regalé, le tomo un sorbo a su copa de vino y sin más me la quita de los labios.
b
Por suerte, después de esa intervención, sus amigos la empezaron a cargosear y se fue a sentar un rato a la otra mesa. Nosotros aprovechamos y pedimos raudamente la cuenta. Mientras salíamos, D. se despidió caballerosamente mientras ella le hacía gestos de ruego. Yo, más atrás, me tomé mi tiempo y mientras salía le regalé una última mirada. Fue gracioso, porque sus amigos la retaban por haberlos dejado botados y ella con cara de peste solo atinaba a asentir y hacer pucheros. Al cruzar las miradas se despidió arrugando su nariz y mostrándome la punta de su lengua y yo, en cambio, con una sonrisa de triunfo en mis labios. Nice.
b
Eso
b
B.