lunes, 17 de marzo de 2008

ESCRIBIR

Me gusta escribir.
Me gusta escribir.
Me encantaría escribir.
Me encantaría escribir.
Ahora leo un libro satánico.
Ahora leo un libro satánico.
Sería feliz escribiendo un libro satánico.
Sería feliz escribiendo un libro satánico.
Eso
Eso
B.
B.

domingo, 9 de marzo de 2008

H.H.

Me quedan 20 páginas para terminar “Lolita” de Nabokov. Como ya había hecho una reseña en algún pós anterior, me excuso porque sé que me he demorado un kilo en leerlo, pero así soy para algunas cosas, sobretodo lento. También medio leso, pero ese no es el tema, o bien puede serlo, pero mejor dejémoslo entre líneas. Lo que me convoca, después de varios días sin escribir, tiene que ver con la voz narrativa del libro y el encantador efecto que me produce. No quiero parecer cursi hablando en términos literarios que apenas conozco y mucho menos hacer una crítica del libro, cuestión que supera con creces mi capacidades, y que por cierto no la necesita, pero me parece adecuado que al estar escrito en primera persona haga ese acote y que aclaremos que no se me ha pasado por la cabeza la tamaña sandez de andar criticando cosas sin tener la experticia para hacerlo. Sería extremadamente narcisista, ingenuo y boludo de mi parte siquiera pensarlo. Pasa qué, el protagonista, Humbert Humbert, si dos veces, más allá de las críticas que nuestra parte moralista pueda hacerle es en extremo un ser encantador. El hombre tiene una obsesión del todo pecaminosa, no está de más decirlo, que ha ido determinado fatalmente su vida y que ha, a modo de encontrar justificación a su hacer, estructurado un sutil cinismo que resulta la mar de atractivo (robo aquí una expresión de la traducción). La historia la deben conocer. Hay dos películas al respecto. No he visto ninguna, pero asumo que al menos una habrá plasmado esta característica que les cuento. El tipo es un pederasta a más no poder, vale decir, gusta, sexualmente hablando, de las niñas que habitan en ese limbo que sería la preadolescencia o pubertad más precoz. Ese limitado conjunto de años en que unas adormecidas glándulas en la zona media del cuerpo comienzan torpemente a liberar los mensajes que harán de cada uno de nosotros un hombre o una mujer hechos y derechos (aunque algunos no tanto). Ninfulas les llama, lo que equivaldría, creo, a futuras ninfas en estado de proceso. Aclaro altiro que me parece pésimo, del todo deleznable y por sobre todo una bajeza, pero ahí está el encanto del libro, porqué finalmente ante tamaña atrocidad ¿cómo es posible llegar a encontrar encantador al abominable ser que es capaz de destruir a quien ama por la sola necesidad de poseer? Ahí es donde aparece la tontera personal, sin perjuicio de los méritos del escritor, que ya sabemos ha inspirado a otros seres además de mi humilde persona.
b
Pensé que podría ser el narcisismo del personaje el que me atrae, pero no. Hay otro ejemplo, mucho menos realizado a mi parecer, e insoslayablemente más desagradable que H.H. No sé si vieron “Gotas de Agua Sobre Piedras Calientes” de Ozone. Ahí aparece otro de estos tipos abusadores, de narcisismo en magnitudes similares, pero sin la gracia del protagonista de mi libro, aunque con igual capacidad de catástrofe y destrucción. Solo hay que ver quienes lo acompañan: su amante antiguo que termina con tetas para complacerlo, la novia del amante actual que lo viene a rescatar y que sucumbe ante su encanto, y este último, un adolescente inexperto y fascinable, que cual idiota Romeo, no encuentra otra salida que acoger la mano de la muerte ante la imposibilidad de ser amado por el objeto de su amor. El ahogarse bajo la propia imagen aparece como una alpargata ante tanta desgracia. Además, narcisistas de la vida real he conocido y solo he enganchado significativamente con uno. En suma, no es ese el rasgo interesante.
b
He pensado, entonces, que lo que lo hace atractivo debe ser el cinismo con el que encara su dualidad de narciso y pederasta, y el sarcasmo que usa para, sabiéndose patético y absolutamente perdido (o desgraciado por la vida), superponerse a una realidad que ampliamente lo supera. Y eso puede ser que lo haga interesante, porque, abstrayendo la perversión puntual, bien podría(mos) instalarnos en su lugar y ver el mundo con la misma tenebrosidad e incompresibilidad que el lo ve, y con igual sinosidad (de sino) con que probablemente, porque no lo expresa, lo siente.
b
Admito, entonces, que de alguna abstracta manera de ver las cosas y el mundo que nos toca vivir, el cinismo y el sarcasmo se pueden transformar en un rasgo de personalidad del todo deseable de incorporar a la forma de enfrentar la vida. Suena feo y algo perverso, pero ¿no les parece, al menos, interesante y sutil? No sé, puede que me resulte fácil caer en ese juego y simplemente justificar con este personaje que encontré, mi reciente fascinación por estas dos características. Repito, no sé, mi tórpida mente no creo que sea capaz de aproximarme a una respuesta en este momento. Además, sospecho que hay cosas más interesantes por ahí que resolver. Debe haberlas o, al menos, debería.
b
Eso
b
B.