miércoles, 25 de junio de 2008

Despertar

Hace un frío horroroso. Me cuesta levantarme temprano. Siempre me ha costado, independiente de la temperatura, seamos justos, pero en invierno es más notorio el asunto. Pese a que bajo la ducha caliente la sensación de invalidez se disipa, esas horas de previa indecisión suelen ser agotadoras. Me descompensa el hecho de que toda esa energía acumulada durante el sueño para mantener mi cuerpo y su mal regulada temperatura en un nivel de grato confort, se haga cero (literalmente) con solo un abrir y cerrar de sábanas. Mi palacio no cuenta con un sistema inteligente de calefacción que se encienda automáticamente minutos antes de que abra los ojos, ni mi lecho con una de esas frazadas o cubrecolchón que electricidad mediante (horror) acalore mi despertar. Este hecho, sin embargo, temo, haría más dramático el transe. El invierno se convierte, así, en un pequeño infierno. ¡Qué burro el que lo soñó envuelto en llamas! Mucho más sensato y cercano a la realidad sería un interminable piso de cemento bien pulido o de un fléxit enceradísimo reflejando tenuemente la luz blanca de un inagotable amanecer a cero grado. Imagínense ahí, parados, solos, en cueros. Imaginen el dolor agudo del frío que sienten en sus pies desnudos extendiéndose al resto de la piel una vez que la fatiga, el hambre y el sueño, han abatido sus humanidades. Imagínense a Tunick tomándoles una foto. JAJAJAJAAJa. Hay que ser huevón para haber ido. Es que el trámite de levantarse es como pasar del amarillo permanente naranjo al azul ultramar light o como sacarse los guantes para lavar vasos con agua helada. Vasos profundos, de esos en que para llegar al fondo tus manos se apachurran contra el vidrio congelado, golpeando una y otra vez tus desvalidos nudillos.

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Adoro a rabiar estar metido entre mis sábanas y debajo de mis frazadas, plumón y cubrecamas y más frazadas. Ese es mi lugar. El lugar seguro que uno imagina en terapia. No me importa el olor a poto, ala, peo, sexo y otras cochinadas que amanece junto a uno. Es en esencia el mejor espacio para compartir, jugar y hablar. ¿Como no va ser un trauma dejarlo enfriarse solito? Hay una simbiosis ahí. No cabe duda: el hombre es hombre desde que inventó la cama, las sábanas, las frazadas, el plumón (sobretodo el plumón), el cubrecama y las demás frazadas.

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Eso

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B.