miércoles, 9 de enero de 2008

Cosas no más que me le ocurren

Cuando era chico fui una vez con mis papás a veranear a Morrillos. Para el que no lo conoce, es una playa cerca de la Serena, un poquito más al sur. Fue hace mucho tiempo, probablemente el último verano antes de que se separaran. O el penúltimo a lo mejor. Los recuerdos de cuando uno es chico se mezclan y pierden temporalidad, solo tengo claro que eramos familia completa ese verano. Pero bueno, no es el tema tampoco, aunque sepan que hay cosas que a pesar de que suenen peor, son mejor. En fin, el punto es que ese verano salimos a Morrillos y lo hicimos en grupo. Nosotros en cabaña y unos amigos de mis papás en carpa. Ven, aquí hay un ejemplo de lo que les decía, porque las cabañas eran mínimas, feas, sin luz, y muchísimo más fomes y menos lúdicas para la mente de un crío, que todo un mundo de nylon y fierros. La otra familia habitaba un mega complejo, con pasadizos, habitaciones, cocina y más habitaciones sobre la arena, a un paso del mar, a un paso de dunas gigantescas, muchísimo más lejos de Santiago y su aburrida cotidianidad, de lo que puede estar una cabaña de madera con solo dos piezas y una cocina. En realidad era un pibe. Recuerdo que ese verano supe del cincopatas de Viña, y me lo imaginaba corriendo detrás de sus víctimas y a ellas, muy ilusas, intentando escapar sin saber que cinco piernas corren más rápido que solo dos. Pobres, pensaba. Pero tampoco es tema. Debimos haber estado dos semanas completas, aunque pueden haber sido tres, la verdad, no sé como era el régimen de vacaciones para esa época, pero el congrio frito con ensalada de tomates, de casi todos los días, se me hizo un poco eterno. La familia en cuestión tenía hijos también. Dos gemelas más grandes que yo, e incluso que mi hermana, ya un año mayor, un hijo y una hija, que bien pudo haber sido una prima, o al revés. El cabro era de la misma edad que mi hermana, o sea, casi dos años mayor que yo y la niña, debe haber tenido mi edad o un poco menos. En esa época un año parecía un mundo. Estar en tercero o cuarto básico, no era lo mismo que haber pasado el quinto o sexto, así que yo con mi hermano chico me juntaba con la hija o prima, y mi hermana con las gemelas y el hijo o primo. Yo era tímido además, lo que incrementaba las diferencias y dividía aun más los grupos. Hasta el día de hoy me he juntado con gente de menor edad que yo, lo cual bien podría ser un déficit del desarrollo del cual nadie se dio cuenta, pero no es tema tampoco y no nos vamos a explayar sobre eso. El cuento es, para no aburrir, que durante 14 de los 15 días se formaron dos grupos claros y cada cual hacía en la playa y alrededores, sus actividades conforme su naturaleza o su edad disponía y, la verdad, no hubo mayores problemas. Pasó si, que el penúltimo día, las mujeres del grupo salieron a hacer quien sabe qué y nos quedamos el hijo o primo y yo con todo un día por delante. Los papás dormían siesta y las mamás, se fueron con las niñas. Ja, este momento da para pensar obscenidades, pero sepan que nunca jamás, a riesgo que me caiga escupo en la cara, contaría cosas así. La custión es muchísimo más simple y compleja, o al menos así quiero creerlo. ¿Nunca tuvieron un momento en su infancia en que conocieron a alguien, un niño igual que ustedes, a lo mejor algo mayor, a lo mejor algo menor, que de puro pasarlo bien, generaron un lazo, que al menos para uno, fuera enormemente significativo? Pues así fue para mi. No puedo retener los momentos precisos, ni explayarme demasiado en memorias que no aparecen en mi mente, ni explicarme que fue lo que pasó o por qué al día siguiente sucedió lo que sucedió; la memoria de un niño chico, o solo la mía tal vez, no logra configurar las razones del por qué ni, penosamente, del cómo. Solo me queda la sensación de haber pasado ese día anormal más increíblemente que todos los otros días de los que llevábamos de verano, de haber rodado infinitas veces por las gigantescas dunas, de haberme reído como nunca antes en mis cortos años, de haber tenido al mejor amigo por un día de mi historia, de haber idolatrado su imagen (para mi) de adolescente con pelo a lo príncipe valiente, de haberme negado a ir a despedirme al día siguiente cuando se iban por más insistentes que mis padres pudieron haber sido, de haber llorado a escondidas con un chupetín rectangular de gelatina de chocolate y café que nunca más en mi vida volví a encontrar, y de no haber podido borrar esa imagen patética de mi personita en pantalones cortos, sentado en una vereda, chupetín en mano, negándome a todo lo que me proponían, con la conciencia tan clara de que había conocido a alguien tan querible y, desde ese momento, tan entrañable, como nunca antes me había pasado. Solo recuerdo que no podía sacarme de la cabeza que tuve la oportunidad de pasar 15 días con él y que solo el penúltimo me di cuenta de lo extrañamente atractivo que me parecía. Ahí, se vuelve todo penumbras otra vez. A lo mejor al día siguiente nos fuimos nosotros también, o pasamos más días, o nos pasaron a dejar a la casa de la playa de mis abuelos para completar el verano, mientras mis padre se iban solos, a lo mejor por última vez, a trabajar de lunes a viernes y a visitarnos solo los fines de semana de lo que restaba de vacaciones. No sé ni me interesa recordarlo. La sensación anterior es la que vale en todo este cuento.
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Este fin de semana me fui a la playa, a la casa de mi mamá. Ella estaba con mis sobrinos, y mi hermana, mi cuñado y yo llegamos el viernes en la noche, tal y como lo hacían en esos años mis papás. Nada especial. La última noche se fueron todos a acostar relativamente temprano, y yo, que no me duermo jamás antes de las doce, salí a la terraza a fumar y tomar cerveza. También llevaba mi lectura de verano (Lolita de Nabocov), que no alcance a abrir, cuando llegó mi madre. Sin mucho preámbulo me hizo preguntas sobre mi condición. Ni ella ni yo sabemos bien como llamarla cuando conversamos. Estaba un poco angustiada sobre si con esta custión se nacía o si había algo que ella o ellos, padre y madre, hubieran hecho para que se desarrollara. Era una tarea que le había mandado a averiguar su psiquiatra. Conversamos harto. A lo menos dos cervezas y varios puchos sobre el tema. Entre todo, le dije que tenía la convicción, más no la certeza, que esto venía desde el útero y que no recordaba ningún trauma atroz que pudiera haber sido causa. Pasando en alto el tema de la separación, mi vida había sido bastante feliz y placentera. Creo que quedó tranquila. Al menos yo lo estaba. La soledad en que me dejó cuando se fue la sentí mil veces más amiga de lo que hasta varios años atrás pudiese haber sido. No pude comentarle esto que cuento ahora, porque no lo recordé en su momento, pero sumado a otras cosas, de las cuales solo pocas mencioné, pareciera ser que esa certeza tan poco plausible toma cada vez más forma. Aunque la verdad de las cosas, mientras más lo pienso, es de las cosas que menos creo que importa.
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Eso
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B.
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PD: me corté el pelo. Me quedó atroz la parte de atrás, pero como este es un 2008 positivo, en que lo he pasado tan rebien, que a lo hecho teta y feliz.

10 comentarios:

Ya no me enganas, descubri tu blog dijo...

parte 1

sí, hay momentos mágicos en la niñez. todo está en como nos llegan, nos marcan. sin embargo, (y aprovecho la ocasión para reiterar el agradecimiento), la experiencia de haber comenzado a compartir, chatear, comentar y luego conocer en persona algunos bloggers, fue creo que tan mágica (y creo que más aún) como algunas que tuve de niño, similares a la que tú describes.


parte 2

bueno, se ha dicho tanto sobre las posibles causas... pero recuerdo que una vez chateé con un blogger que me decía que él a sus padres, y especialmente a su madre, también, como tú, le había dicho que es algo con lo que se nace, pero sólo para no hacerla sentir culpable. él realmente creía que el tema, aunque pudiera tener un factor genético, está más relacionado con la relación que uno tiene con su madre.

en todo caso, a veces las cosas tienen un impacto mucho más sutil, pero determinante. no creo que tengan que necesariamente ser experiencias traumáticas las que definan rasgos como la orientación sexual. creo que hay que estar atento a los "detalles" también.

saludos

Juano dijo...

Los recuerdos llenan todo con un
aura cálida, amistosa, nostálgica. Es leerlo e imaginarlo con otra tonalidad de color, de foto en colores antigua que ha perdido un poco los tonos. Me gusta.

El origen del ser gay, es como lo dices, mientras más pasa, menos importa. Yo soy de la idea de que se nace y se potencia en el tiempo.

Y lo del corte, yo ando en las mismas, bien cortito atrás, onda con máquina, y me ha ido regio. ;)

Slds

Julius dijo...

Qué linda historia la del verano ese. Me lo imaginé con el look y el sabor de boca de las películas sobre niños que hacía Truffaut o Carlos Saura. Cualquiera de ellos hubiera hecho un cortometraje precioso con esta historia.

Ojalá no se sepa jamás el motivo o punto de partida de la homosexualidad. Capaz que si descubren la razón/momento exacto, inventen algo horrible para evitarlo o "corregirlo". Y nos extinguiremos como el milodón o los dragones.
Preguntarse tanto el por qué, me rima con tragedia, con error, con injusticia. Y para mí, claramente es todo lo contrario. Imagínate la cantidad de cosas que no hubiera hecho, o la gente que no formaría parte de mi vida ahora, de no ser como soy. Mejor ni imaginarlo.

:-0 Qué te hiciste en el pelo??!!!

Besos y abrazos,

JUL.

Erase & Rewind dijo...

"Y si a veces somos solo recuerdos"

saludos.

Palomis dijo...

Recorde las tardes de mi infancia en el viejo furgon de mi tio recorriendo el norte durante semanas, siendo feliz recogiendo mariscos en pueblos olvidados y caras que no recuerdo pero sensaciones que todavian estan.

Sobre lo de "la condicion", es solo aceptarse y quererse, y las familias tardan en entenderlo (he vivido los procesos de cerca), pero si aman entienden. Y tambien recorde que es muy complejo hablar con mi madre, por ejemplo, de sexo, siempre es complejo y terminamos en dos puntos muy lejanos.

Tu peluquero tiene parkinson?
Pero es fresquito para el calor atroz de Santiago.
Baccio e un hug per voi
Colomba

p. dijo...

me dejas pensando...
no sé, la infancia tiene eso de haber sido simplemente y haber quedado ahi en ese estado, pero se alza como algo tan fundamental que yo podría asegurar que a esa tarde le debes mucho; y es mejor haber tenido esa sola tarde perfecta, a pesar de todo ese llanto apenas consolado por un cubito de jalea (pero que cuanto quisieras poder tener más!), que simplemente haberte quedado con la idea de que era un grande más.

lo del porque, concuerdo con julius. para mí el tema es más de qué, que es lo que nos hace de la condición y que tanto influye en nuestra forma de ver y de ser... desde cuando? ese también es un tema para mí, cuando no está todo ese erotismo de por medio y creo que por ahí es por donde se comunican ambas partes de tu post, mi opinión.

saludos!
p.

R. Sebastian Delgado Q. dijo...

que feo te quedo el pelo.

Yo tenia un amigo de niño con el que siempre jugabamos a los robots, vivia a la vuelta de mi casa, nos veiamos seguido, tenia unas primas super lindas.

con los años, se cambio de casa y no nos vimos mas, hasta que hace unos años, de noche manejando por aquella ciudad, lo veo parado en una esquina con una minifalda, que heavy pense yo... pare el auto y nos saludamos, nos dimos un abrazo y conversamos, mas de 15 años que no nos veiamos, pero los dos sabiamos exactamente quien era quien (nuestras familias eran amigas y yo siempre supe de el por su abuela, y el de mi) que fuertes las vueltas de la vida.

saludos

Sebastian DQ.

a-prender dijo...

me vienen muchos recuerdos de vacaciones...
Ahora siento que las vacaciones son totalmente distintas...las asocio a escapar lo mas lejos posible de la responsabilidad...

y sobre la condicion...SOLO SE ES!!!
salud.os veraniegos

Conny dijo...

Toy en tal estado de neurotismo que soy incapaz de hilar algun comentario con sentido, pero muchas gracias por sus buenos deseos,de verdad...la cosa es el miercoles.



saludos

Remus dijo...

Al leerte me recordaba de esa serie española "Verano Azul"; los veraneos + la infancia suelen tejer esos recuerdos especiales.

abrazo!